La antigua ruta del mármol (1):

Ticino, Lago Maggiore y Valle Óssola

El uso del mármol como material de construcción y artístico se remonta a los albores de la civilización. En Lombardía esta importantísima materia prima viajaba sobre todo por el caudaloso río Ticino, navegable por largos tramos de su curso hasta el Po; a partir del siglo XII d.C., con la apertura de los canales Navigli, el tráfico fluvial cobró aún más importancia, permitiendo el transporte del precioso mármol, procedente de las canteras de Candoglia (lago Maggiore) y Ornavasso (Óssola) hasta Milán y Pavía. Nuestro recorrido sigue al revés la ruta del Noroeste penetrando en las tierras del río Ticino, Lago Maggiore y Óssola (Valle alpino lindante con Suiza); este Valle, en particular, representó, hasta el siglo XVIII, una frontera “peligrosa”, limitando su territorio, entonces milanés, por todos lados con los Cantones suizos o con sus belicosos vasallos (Valais, Valle del Ródano). A partir del siglo XIV se sucedieron diversas incursiones de los suizos en territorios milaneses, así que muchos lugares de Óssola y valle Ticino, incluida la ciudad de Bellinzona, quedaron bajo la ocupaciónhelvética. A comienzos del siglo XV, el duque milanés Filippo Maria Visconti llevó entonces a cabo una campaña militar para la reconquista de esos territorios. Las huestes milanesas, al mando de los condotieros Francesco Bussone Carmagnola y Angelo della Pergola se enfrentaron el 30 de junio de 1422 a las tropas suizas, capitaneadas por el comandante supremo Johann Walker de Luzern, cerca de la población ticinense de Arbedo en una sangrienta batalla, que vio la derrota de los Helvéticos. El mismo Walker fue cautivado junto a 20 de sus capitanes, mientras los valles de  Ósala y Ticino volvieron en manos milanesas. Sin embargo, menos de un siglo después, en 1515, con la batalla de Marignano el Alto Ticino cayó nuevamente en poder de las tropas helvéticas.                                                                                                                                 

En la última guerra mundial, las poblaciones del Valle Ossola intentaron liberarse del yugo de la invasión nazi fascista, logrando proclamar una República libre con capital Domodossola, protegida por los Patriotas partisanos, que duró cuarenta días; tuvieron luego que enfrentarse con la superioridad numérica de las tropas invasoras alemanas (Wehrmacht), apoyadas por mercenarios cosacos y milicianos fascistas italianos. La memoria de estos acontecimientos queda aún muy viva entre la gente del Valle.

Aunque sea al revés, merece la pena recorrer estas rutas del mármol que acercan al viajero a unas encantadoras tierras y aguas, ricas en historia y naturaleza. Numerosas vías verdes nos facilitan el camino. Después de abandonar las últimas barriadas del noroeste metropolitano milanés, la llanura se torna en una meseta poblada de brezales, matorrales y pequeñas masas boscosas hasta encontrar el valle del Ticino, el  fiume azzurro = río azul, que con sus bosques de ribera, aldeas y antiguos canales,  es Parque natural de las regiones Piamonte y Lombardía, protegido por la UNESCO como Reserva de la Biosfera. A unos diez kilómetros del aeropuerto internacional de Milán-Malpensa, el pequeño pueblo de Tornavento, a orillas del mismo río, es el lugar donde se libró, durante la Guerra de los Treinta Años, en junio de 1636, una sangrienta batalla entre huestes francesas y españolas, que acabó con la retirada de las tropas gálicas y sus aliados saboyanos. En los entornos quedan escasos vestigios de fortificaciones y unas fincas del siglo XVI.

Remontando la orilla izquierda del río azul, se encuentra Golasecca, una población con yacimientos arqueológicos de la edad del bronce y restos de cultura romana. Muy interesante la visita a la necrópolis y a la iglesia de San Miguel con su museo arqueológico que guarda restos, urnas, objetos de la prehistoria y de la época clásica.

Continuará


Nando Pozzoni